“Mira a la estrella, invoca a María”
- Las Oblatas

- hace 5 días
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En la plenitud de los tiempos “el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María” (Lc 1, 26-27). Este bellísimo pasaje del evangelio de San Lucas, resuena hoy en nosotros, en este día de la Inmaculada Concepción de María: es el saludo del ángel que nos trajo la salvación a todos.

Las palabras del evangelista —“el nombre de la virgen era María”— me hacen recordar inmediatamente la oración de San Bernardo “Mira a la estrella, invoca a María”:
“En las tentaciones... levanta los ojos a María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María… Siguiéndola, no te extraviarás; rezándole, no desesperarás; pensando en Ella, evitarás todo error. Si Ella te sustenta, no te caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer; si Ella te conduce, no te cansarás, si Ella te es favorable, alcanzarás el fin. Y así verificarás, por tu propia experiencia, con cuánta razón fue dicho: Y el nombre de la Virgen era María”.

San Bernardo escribió estas palabras en el siglo XII, pero siguen siendo actuales, cuando tantas personas sufren ansiedad y se sienten turbadas por las noticias, por la inseguridad del mañana, por las tentaciones, por las guerras… Mira a la estrella, invoca a María: ella te llevará al puerto seguro.
¡Qué regalo es tener a María Inmaculada por Patrona de nuestro Instituto, a la Toda Santa como modelo y salvaguarda de nuestra vida consagrada! (cf. C 13). En nuestro último Capítulo General pudimos reflexionar sobre las actitudes que la Virgen María nos enseña y que plasmamos en el Documento inspirador fruto del trabajo. La Virgen María, siendo Inmaculada, libre de toda mancha de pecado, nos ofrece el testimonio de una libertad y disponibilidad perfectas. Con su confianza y su hágase, nos enseña a ser audaces y a afrontar los miedos que pueden invadirnos ante la misión que el Señor nos encomienda. Nos enseña a guardar en el corazón todo lo que vivimos: nuestro camino con Dios y las preocupaciones y alegrías de las personas a las que somos enviadas.
Estando de pie junto a la Cruz, nuestra Madre nos muestra cómo permanecer cerca de los pobres y acompañarlos en el sufrimiento. Ella, que escuchó a su Hijo, decir desde la Cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, nos enseña a perdonar, a crear comunión y relaciones fraternas allí donde estamos. Nos guía por el camino de una constante conversión. Ella, testigo de la Resurrección, nos enseña a vivir con esperanza en los momentos de dificultad, sabiendo que el plan de Dios es siempre perfecto.

María es nuestra Madre. María es Madre de la Iglesia, Madre de todos. En estos días de Adviento, cuando nos preparamos para celebrar el nacimiento de El Salvador del mundo, te deseo de todo corazón: pide la gracia de redescubrir lo que María nos enseña; pide su materna intercesión. Mira a la estrella y ella te llevará a Belén, donde verás a un Niño y a su Madre. Mira a la estrella y encontrarás la Esperanza del mundo.

Masha, OMI




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