“Hay más alegría en dar que en recibir”
(Hch 20, 35)
¿Eres consciente de los pequeños regalos que Dios te hace? ¿Te has sentido alguna
vez protagonista en el silencio?
Desde hace unos años, los alumnos de secundaria, como celebración y preparación
previa a la Navidad, participan en actividades de voluntariado que ellos eligen de entre varias que se les ofrecen. Algunos, sin ser muy conscientes, viven experiencias de
entrega y generosidad que les toca el corazón y así lo expresan. Escucharlos, verlos, en esos días especialmente, me hace pensar en el modo que tiene Dios de tocar el corazón.
Quizás olvidamos a veces que Dios puede estar en cada cosa que hacemos, en cada persona a la que miramos, en nosotros mismos, y ahí se nos hace el encontradizo, no hay que buscarle en grandes momentos, porque Él se hace grande en la entrega generosa de cada uno de nosotros. Y, ¿Qué se necesita para experimentarlo?
Lo único necesario, como dice la canción, es “Alguien que diga: Yo”. Cuando acogemos una invitación y la hacemos nuestra es cuando experimentamos y notamos de manera especial, las palabras de Pablo: “Hay más alegría en dar que en recibir”, no se nos pide dar mucho ni dar poco, simplemente dar lo que somos y lo que tenemos. Dios se fija en nuestra generosidad y ella se ve premiada con mucho más de
lo que esperamos.
“Estoy cansado, pero muy contento, ha sido una experiencia gratificante de dar amor a otros en lo oculto, sin hacer ruido, y compartiendo con otros compañeros el gozo de poder llevar un poco de alegría a quienes pueden necesitarla”
Son palabras de uno de los alumnos que se mostraba contento de haber
podido pasar la mañana dedicando su tiempo para otros.
¿Estás convencido de que un poco de amor, de entrega, de generosidad, puede
cambiar el mundo, te puede cambiar a ti y puede cambiar a otros?
Asun OMI
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