"Y cuando más débil te sientes, Papá Dios está tocando tu corazón".
Muchas veces a lo largo de mi vida, le he preguntado a Papá Dios: ¿DÓNDE ESTÁS CUANDO LAS PERSONAS SUFREN?
En este último tiempo, de nuevo, en algunos momentos, he vuelto a preguntarle: ¿DÓNDE ESTÁS? Y me contesta, sin muchas palabras, con pequeños gestos que siguen tocando mi corazón, y cambiando mi mirada, al mismo tiempo que me hace reconocer que ahí donde las personas sufren, ahí donde más débil me siento, se hace el encontradizo conmigo, se hace presente, poniendo en mí ese deseo de estar cerca de quien le necesita.
¿Te ha pasado esto alguna vez? Pues, escucha al profeta Jeremías y las palabras que le dirige Dios:
¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que solo soy un niño. El Señor me contestó: —No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor — El Señor extendió la mano, tocó mi boca y me dijo: —Voy a poner mis palabras en tu boca.
Y así es. Si aún sintiéndonos pequeños, débiles, con pocas palabras, pero con el corazón tocado por Él, ante los momentos de debilidad, de flaqueza, de las personas que pone en nuestro camino, le dejamos obrar en nosotros, podemos sorprendernos de lo que puede hacer en nosotros y a través nuestro.
¿Qué hace Papá Dios a través de ti cuando le dejas?
¿Puedes reconocer cómo su fuerza se muestra en tu debilidad?
Nunca pensé, al preguntarle: ¿DÓNDE ESTÁS? que podría, con mucha sencillez y humildad, acoger y creer que verdaderamente me ha hecho a mí. Que, a través de mí, de mi pequeñez, de mi fragilidad, de ser como soy, Él abraza, acoge, habla y está cerca de la persona junto a la que me pone, sirviéndose de mí para mostrarle, al mismo tiempo que me lo muestra a mí, que su amor es más grande que la debilidad, que, aunque flaquee, Él le sigue mirando con ternura y tomándole de la mano para que se levante y siga caminando. Que su amor es infinito y más fuerte que su fragilidad, y que siempre, siempre, siempre, a su lado va a estar.
Y así, reconociendo a Papá Dios en la fragilidad propia y ajena, sólo puedo agradecerle, que su respuesta a mi pregunta, esté en dejarme mirar y tocar por Él, aceptando mi pequeñez, con la confianza de que, en lo pequeño y sin saber muchas veces cómo, Él se hace presente y actúa.
Agradece a Papá Dios aquello que descubres que hace a través de ti. Dale gracias por cada una de las personas que te regala, que en el día a día tocan tu corazón, que te enseñan a mirarles con cariño, y amarles con un corazón cada vez más semejante al Suyo. Y si puedes, dale las gracias también, a cada una de esas personas que te acercan más a Él.
Asun, omi
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