"Las oblatas lo dejamos todo para seguir a Jesucristo." C2
A lo largo de la historia, no han sido pocos los que han empleado la palabra oblación como expresión de pertenencia absoluta y entrega total al plan de Dios. San Ignacio de Loyola se refería así en sus Ejercicios Espirituales: “Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación, con vuestro favor y ayuda…” [97]. La oblación, la ofrenda, es el don de sí de toda la persona a Dios.
¿Cómo podemos entregar todo lo que somos a Dios? ¿Es posible un abandono total, esto es, entregarle toda nuestra libertad, memoria, entendimiento y voluntad? El primer pensamiento que podría venir a nuestra mente sería decir: ¡es imposible! Es verdad, para nosotros es imposible, pero no podemos olvidar que nada es imposible para Dios.
Dejarlo todo
Solo con estas dos palabras podríamos llenar varias páginas. ¿Qué significa dejarlo todo? Podríamos decir… pues…TODO. Pero por tratar de esclarecer su significado, diremos que dejarlo todo es fundamentalmente una respuesta de AMOR porque es Dios quien nos ha llamado y nos ha elegido primero.
Como Oblatas nos sentimos obligadas a conocer a Jesucristo más íntimamente, a identificarnos con él y a dejarle vivir en nosotras mismas. Esta obligación nace del deseo de querer sus cooperadoras, tiene su fuente en el amor al Señor y a la misión. No es algo impuesto, ni forzado, si no que nace del corazón de cada oblata, que desea entregarse haciendo de su vida un don sin reserva de la propia oblación. Solo el amor de Dios hace posible, sostiene y anima nuestra entrega.
Vivir la oblación hoy
Nos podemos preguntar ¿Cómo vivimos nuestra consagración religiosa en medio de los diferentes ambientes sociales en los que nos movemos? ¿Qué le dice a la gente hoy nuestra oblación? Podríamos contar lo que hacemos las Oblatas o hacer una lista en la que queden enumerados todos los aspectos que expresa nuestra oblación. Pero lejos de explicar lo que hacemos, nos podemos fijar en tres palabras, que quizás nos iluminen acerca de cómo vivir la oblación hoy: pobreza, humildad, esponsalidad.
POBREZA, porque seguimos las huellas de Cristo que se hizo pobre y obediente por nosotros. Llevamos este tesoro en vasijas de barro y esto es lo que hace que la oblación sea valiosa y podamos anunciar otros el mensaje del Evangelio.
HUMILDAD, porque es el camino del discípulo que desea identificarse y hacerse uno con el Maestro y nos hace ser conscientes cada día de que no somos nosotros con nuestras solas fuerzas los que construimos el Reino, sino la gracia de Dios que actúa en nosotros.
ESPONSALIDAD, porque Cristo lo es todo para nosotras, es aquel a quién amamos y deseamos anunciar. Amando por entero al Señor y consagrándonos a él, podremos ser Buena Noticia para el mundo.
Marimar Gómez, omi
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