Hace ya más de 20 años, un grupo de chicas experimentamos una llamada común a nuestros, más o menos, 20 años. Por septiembre del 1997, iniciamos nuestro camino como jóvenes tocadas en nuestro corazón por un ardiente deseo. ¿En qué consistía este deseo? Podemos traer a la memoria, enero del 1816, el deseo que movió a Eugenio y los primeros oblatos a unirse en comunidad. Ellos ya como sacerdotes, deseaban responder juntos en comunidad a una llamada misionera desde las necesidades de salvación de su tiempo, que cristalizó también en una vocación consagrada. Con cierta semejanza y algunas diferencias, nosotras también queríamos responder a la llamada que Dios nos ponía a todas en el corazón: ser mujeres consagradas y misioneras desde el carisma oblato en comunidad. Así lo vimos con la lucidez que solo viene del Espíritu, y nos pusimos en camino tras las huellas del Maestro, iniciando la vida de las oblatas en comunidad.
Es verdad que Jesús nos llama personalmente, a cada uno por su nombre. Así cada uno de nosotros puede narrar su historia vocacional. Sin embargo, las Misioneras Oblatas de María Inmaculada no podemos narrar nuestra vocación sin esta CON-Vocación: en nuestro origen está la llamada, como COMUNIDAD para hacer presente CON nosotras y entre nosotras, al Maestro que nos llama, sin un fundador o fundadora más que el Espíritu que nos convocaba: “El llamamiento y la presencia del Señor nos unen HOY en la caridad y la obediencia, haciéndoles revivir la unidad de los discípulos con Él, y la COMUN misión en su Espíritu” (C.3).
HOY, ¿qué significa esta CON – Vocación o Vocacionadas CON OTRAS HERMANAS?
Es paradójico: vivimos unos tiempos difíciles en los que las reuniones, los encuentros, el contacto físico, el compartir está limitado a un número de personas y se ha transformado en tantos encuentros por pantalla, zoom, meet, skype…En este contexto de límite en nuestras relaciones, se está manifestando tanto más la necesidad del otro, de vivir CON, de COMpartir, de CONtar CON el otro. Esto trasluce esta llamada que llevamos grabada en el corazón como seres humanos en relación, en COMunidad. No somos verdaderamente si no es CON el hermano.
HOY se revela, quizá más que en otro tiempo, que nuestras COMUNIDADES apostólicas son signo profético para la Iglesia y este mundo: son células vivas de un cuerpo, de un mundo que reclama a gritos la vida que procede de una comunión de personas. No es simplemente vivir bajo el mismo techo, o tener la facilidad de una organización común de comidas, limpieza, o realizar actividades pastorales juntas en un mismo lugar para ser más eficaces… ¡NO! Nuestra CONvocación es llevar plenitud la gracia del Bautismo (cf. C12), es compartir lo que somos y tenemos, es escuchar juntas la voz del Maestro que nos dice: “Venid y veréis”, al igual que los discípulos, y es ser enviadas a la misión común de acoger la Vida en COMUNIDAD, dentro de la Iglesia, para darla a tantos pobres que hoy esperan sin esperanza.
HOY, nuestra realidad todavía pequeña, de cinco comunidades locales (tres en Madrid, una en Segovia y una en Alemania), caminamos con esperanza y grandes deseos de comunicar la vida recibida de Jesús. Y como las células vivas en el cuerpo se multiplican para cumplir su misión, os pedimos vuestra oración para que el Señor siga CONvocando a otras mujeres CON nosotras y crezcan nuestras comunidades apostólicas para desarrollar la misión para la que nacemos.
Irene OMI
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