El 21 de mayo celebramos la fiesta de San Eugenio de Mazenod – el Fundador de nuestra familia oblata. Cuando por primera vez leí su historia, sus cartas y diarios me impresionaron sobre todo su valentía, la fuerza de su carácter y la grandeza de su corazón. Con el paso de los años lo que más me impacta en sus escritos son la ternura y el cuidado paternos con los que se dirigía a los misioneros en sus innumerables cartas y escritos.
Y me pregunto ¿qué nos diría hoy, en medio de la pandemia que sigue devastando la humanidad, este gran Santo, este pastor cercano y atento? Él mismo cayó enfermo de tifus como joven sacerdote estando cerca de los prisioneros enfermos, y como obispo de Marsella tuvo que enfrentar la epidemia de cólera del 1837.
A lo mejor nos escribiría estas palabras:
“Ánimo… no hay nada que nos tranquilice más que el estar donde Dios nos coloca. Tú y yo y todos nosotros estamos seguros de hacer la voluntad del Maestro a quien pertenece la eternidad igual que el tiempo. No temamos nada…”
(al p. Courtés, 01-09-1837)
“Nunca te dejes abatir por las contrariedades y pesares, inseparables de nuestra existencia aquí abajo, sea cual sea el puesto en que la Providencia nos ha colocado. La prudencia está en sacar partido de todo para nuestra santificación. Cuando se ama mucho a Dios, todo lo que sucede enriquece nuestras almas con meritos”
(al p. Vegreville, 17-04-1860)
“No os digo: amaos unos a los otros; esta recomendación estaría de más. Mas bien, os digo: cuidad unos de otros, y que cada uno esté atento a la salud de todos”
(al p. Mye, 19-06-1825)
Encomendémonos hoy a San Eugenio, que desde el cielo interceda por nosotros en este momento tan delicado y tan turbulento de nuestra historia.
Iiulia OMI
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