En este último domingo de Cuaresma Jesús habla claramente, sin esconderse. Habla con cierta dureza y de lo que supone seguirle. Él debe ser el centro de nuestra vida y no nosotros. Eso me hace fijarme en mi vida y la forma de entregarla. Me fijo en el ejemplo que pone Jesús del grano de trigo, lo contemplo y miro mi vida, ¿Dónde cae? ¿Cómo da fruto?
El grano de trigo no solo depende de dónde cae en la tierra, tiene que realizar un proceso de crecimiento, de cuidado hasta romperse dar fruto y vida. Una vida entregada es la que me invita Jesús a vivir hoy y dejar que crezca mi semilla de la fe. También me viene a la memoria esas personas que me ayudan y entregan su vida, son un ejemplo para mí. Tengamos en mente también a esas personas que han entregado sus vidas al servicio de los demás desde una disponibilidad generosa y muriendo a sí mismas para dar fruto abundante.
San Juan 12, 20 - 33
"El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna."
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