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Un encuentro inesperado

Este mes agradecemos al P. David López Moreno, Misionero Oblato de María Inmaculada, que comparta con todos nosotros como vive el su relación con los Mártires Oblatos, cuya fiesta celebramos como familia oblata. Actualmente el P. David desarrolla su misión, junto a sus hermanos de comunidad, en la parroquia de San Leandro, en Madrid. En 2020 publicó el libro “El sueño de las espigas”. Historia de los mártires oblatos de Pozuelo.


Un encuentro inesperado: cómo los mártires transformaron mi vida.

Cuando pienso en mi relación personal con los Mártires Oblatos de Pozuelo, me vienen recuerdos ambivalentes. Si releo mi historia me doy cuenta de que desaproveche los seis años de mi formación en el Escolasticado de Pozuelo en los que podría haber vivido una experiencia más intensa de su presencia en la misma casa (descubre una visita guiada a la casa de los mártires) donde ellos vivieron, aprender de su testimonio para mi vida como Oblato. Parafraseando a San Agustín también yo podría decir “tarde te amé”, no refiriéndome al Señor cómo en su caso – aunque también, pero eso es otra historia–, sino a los mártires. Seguramente en aquella época no se les daba la importancia que hoy. Aún así, recuerdo la machacona insistencia con la que el anciano P. Pablo Fernández aludía a ellos y a la necesidad de su beatificación. Creo recordar que la llegada de Chicho como superior al escolasticado en mi último año dio un gran impulso a su devoción en el Escolasticado. Yo, sin embargo, estaba ya de salida, pensado más en terminar los estudios, la ordenación y la futura misión. Terminé, pues, mi formación oblata con una cierta distancia, poco más que indiferencia, un afecto retirado y escasos conocimientos; ciertamente lejos de la pasión o el cariño hacía ellos.


Sería una aparente banal llamada telefónica del P. Eutimio desde Madrid, en una tibia mañana de primavera asturiana, – yo estaba destinado en Oviedo por aquel entonces –, la que cambiaría las tornas. Con un cierto engaño del tipo “serán solo unas pocas semanas de trabajo” me lió, metiéndome en un embolado, del que, probablemente, ni él sabía lo que suponía. Me encontré haciendo de “notario” – así se llama la cosa, pero no se confunda con los notarios que conocemos: aquí no hay no oposiciones, ni altos sueldos – de la Comisión diocesana para la Causa de Beatificación de Francisco Esteban Lacal y compañeros y del seglar Cándido Castán San José. Fueron cuatro años de duro trabajo: 50 declaraciones de testigos, 2.000 folios de proceso diocesano escritos a ordenador entre el P. Fernando y yo, más luego la Positito de 400 páginas. En fin, “unas pocas semanas de trabajo”. Aquella experiencia fue el instrumento para conocerlos mucho mejor e irme acercando a su vida y sus historias personales. Finalmente, tuvo lugar la ansiada beatificación de “nuestros mártires”, un momento emocionante.


En los años sucesivos, estando de formador en Vermicino (Roma), muchos se interesaban por los martires de España y querían conocerlos mejor. Eran frecuentes las preguntas sobre ellos de los escolásticos, procedentes de diversos países, y de los otros formadores, con las consecuentes explicaciones por mi parte. Cada año en noviembre, con ocasión de la fiesta, me pedían que predicara sobre los mártires de Pozuelo en la eucaristía, o que diera alguna conferencia para conocerlos mejor. También los laicos italianos de la Familia Oblata me preguntaban a menudo y era patente su interés por conocerlos, especialmente al seglar Cándido Castán. En muchas ocasiones, yo mismo comentaba en comunidad: “Alguien tendría que escribir un libro sobre ellos…”.  Un día, cenando, repetí aquella frase, y el anciano P. Marino soltó a bocajarro: “¿Por qué no lo escribes tú?”. Tomando aquel reto como voluntad de Dios me puse manos a la obra.


Escribiendo el libro, me fui apasionando cada vez más. Lo que se presentaba, en principio, como una fácil tarea de recopilación de materiales ya existentes, se fue convirtiendo, poco a poco, en un trabajo de investigación en toda regla. El intento de rellenar las lagunas que descubría en la documentación, la curiosidad por conocerlos mejor y, sobre todo, el hallazgo de una enorme cantidad de material nuevo, hicieron que el proyecto inicial se transformara en un arduo trabajo que me llevó cinco años.

El título del libro, “El Sueño de las Espigas”, inspirado en una poesía del mártir Serviliano Riaño, me pareció muy evocador. La poesía cuenta como las espigas de trigo “sueñan” con proporcionar el grano para las sagradas hostias eucarísticas. Las espigas bien podrían simbolizar a los escolásticos que soñaban con consagrarse a Dios para siempre en la oblación perpetua y el sacerdocio para la misión. Sin embargo, Dios los preparaba, en palabras del mártir san Ignacio de Antioquía, “para ser trigo de Dios, molido por los dientes de las fieras y convertido en pan puro de Cristo”.

Oblato significa entregado, donado a Dios y dispuesto a “sacrificar la propia persona y vida por amor de Jesucristo, servicio de la Iglesia y santificación de sus hermanos”, en palabras de san Eugenio. Mi humanidad, grano que muere para dar vida, se convierte poco a poco, con la gracia de Dios, en el pan puro del cuerpo de Cristo. Los mártires me muestran el camino para ser verdadero Oblato. Ellos son para mí el ejemplo de hermanos que, con sus vidas ordinarias, con amor, fe y esperanza dieron su existencia y su sangre por Jesús, sabiendo que Él la había dado antes por ellos. Son una inspiración cotidiana para vivir el Evangelio en medio de las mil dificultades y pruebas de la vida.


A los mártires oblatos de Pozuelo, que nos contemplan desde el Cielo, me encomiendo muchas veces, así como a las personas a las que me lleva mi ministerio. Muchos me comentan su devoción hacia ellos, como el libro les ha ayudado, como los han descubierto poco a poco igual que yo, y todo eso me anima y estimula. Espero que todos encuentren en ellos, como lo hago yo, inspiración y ayuda en el camino de su vida.



P. David López, omi

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